jueves, 1 de junio de 2006

Aceites vegetales:
esos portadores con vida propia

Carentes de perfume, y normalmente conocidos como elementos culinarios o como accesorios de la Aromaterapia, los aceites portadores juegan a menudo un papel secundario como vehículo de los aceites esenciales, a la sombra de estos. Sin embargo, estos líquidos grasos procedentes del reino vegetal, constituyen, por sí mismos, un tesoro para la salud de la piel.

A diferencia de los esenciales, estos no son volátiles, y debido tanto a su poder de lubricación como a su gran capacidad de penetración, los aceites vegetales son, en efecto, la base de muchos productos cosméticos naturales. Pero utilizar estos lípidos como meros portadores sería menoscabar su importancia y desperdiciar sus diversas utilidades y propiedades terapéuticas.

Aunque de naturaleza grasa, permiten que la piel respire ya que nutren sin engrasar (a diferencia de sus primos los aceites minerales que ocluyen los poros), y son absorbidos de manera rápida, en un periodo de tiempo de entre siete y diez minutos, además de aportar vitaminas, proteínas y minerales, y de prevenir la pérdida de agua transepidérmica gracias a su sinergia con el manto hidrolipídico de la piel. Podrían considerarse como verdaderos zumos de semillas, bayas y frutos secos, como las almendras, nueces, albaricoques y sésamo, y los de mejor calidad son aquellos de primera presión en frío, ya que el calor destruye algunas de sus propiedades, y la primera presión nos garantiza su virginidad y, la conservación de sus cualidades.

Son ideales durante el embarazo, estadio en el que, como norma genérica y con excepciones, no se recomienda usar aceites esenciales por la posible interacción de estos con el sistema hormonal femenino. Es por ello que se ha usado tradicionalmente el aceite de almendras o incluso el de oliva, sin mezclar con nada, para prevenir las estrías propias de la gestación.

Aún siendo el aceite de almendras el más popular, cabe destacar, dentro de la amplia gama de aceites vegetales comercializados actualmente, el aceite de Rosa Mosqueta y el de Germen de Trigo.

Rosa Mosqueta
A diferencia de lo que muchos pensábamos, la Rosa Rubiginosa es nativa de Europa, cultivándose tradicionalmente en Gran Bretaña, aunque también se encuentra en estado silvestre a lo largo de la cordillera andina, de ahí su reputación como planta chilena.

Su composición cuenta con alta presencia (95%) de ácidos grasos esenciales (pálmico,esteárico, linolénico 44-49%, linoleico 28-34% y oleico) y vitamina C (840mg del fruto total), además de ácido retinoico, carotinoides, flavonoides, pectinas, polifenoles y riboflavina.

Estos componentes le otorgan la acción rejuvenecedora que lo distingue, ya que promueve la síntesis de colágeno en nuestra piel, creando o recreando la estructura de la misma. Además, la presencia del ácido trans-retinoico (0,01-0,10%) el cual reduce tumorigenicidad de las células, combate fotoenvejecimiento, arrugas y cicatrices. Y es por ello, además de su acción anti-manchas y ojeras, que su reputación se centre en su utilidad como aceite facial. Sin embargo, su acción cicatrizante y anti-estrías así como su alta capacidad de regeneración lo hace igualmente útil y valioso como aceite corporal, particularmente en zonas localizadas.


Germen de Trigo

De amplias y conocidas propiedades a nivel interno, también nos ofrece este aceite un buen surtido de posibilidades de aplicación a nivel tópico.

Algo que, sin duda, lo distingue es su acción antioxidante ya que combate la acción de los radicales libres, por lo que se usa como “conservante” de otros aceites vegetales lo cual, sumado a sus muchas otras propiedades, explica su constante presencia en sinergias de Aromaterapia.

Cuenta con un 98% de ácidos grasos esenciales (octacosanol, ácido linoleico, ácido oleico, ácido palmítico) 14% de ellos son ácidos grasos insaturados, 14% ácidos grasos monoinsaturados y 70% ácidos grasos poliinsaturados, además de una alta cantidad de Vitamina E, minerales, provitamina A, vitamina F y estearina.

Esta poderosa combinación le otorga sus reconocidas propiedades contra el envejecimiento y las estrías, como regenerador de cicatrices, indicado para cualquier tipo de piel pero sobretodo para aquellas más maduras y castigadas. A ello se añade su acción contra la caspa, por lo que lo convierte también en un excelente aceite capilar.


Por ello, invito a todos aquellos que miman y cuidan su piel, a que se beneficien de las bondades de este oro líquido que son los aceites vegetales, como hacían antes nuestros ancestros, como sin duda, seguiremos haciendo siempre.

Anna Orench
Responsable de Formación
El Taller de Alquimia

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