jueves, 5 de mayo de 2011

La magia de la espagíria en el uso doméstico


Muchos son los productos que podemos encontrar hoy en día en el mercado, elaborados a base de plantas. Efectivamente, la cosmética natural está en auge y su veloz crecimiento (comparado con el de la cosmética convencional) es el resultado de una demanda cada vez mayor entre los consumidores de cuidar la higiene y la salud con productos procedentes de la naturaleza.

Al margen de que, desafortunadamente, muchos de estos cosméticos no tienen realmente el origen natural que sus eslóganes publicitarios sugieren, (ya que la legislación vigente no ha podido seguir el ritmo del rápido desarrollo de esta industria), es cierto que algunas firmas de confianza nos ofrecen productos con contenido verdaderamente natural.

Sin embargo, aun pudiendo gozar de diversas opciones para cuidar nuestra salud y belleza con fórmulas exentas de ingredientes sintéticos, pocas son las alternativas elaboradas con la antigua ciencia de la Espagíria.

Acuñado por el famoso alquimista Paracelso a principios del s.XVI, el término espagíria hace referencia al uso de las plantas para producir remedios medicinales, usando procesos alquímicos. Entre estos procedimientos encontramos la destilación, la fermentación, y la extracción de componentes minerales de las cenizas.

La palabra procede de “span” o extraer, y “ageiro” o reunir, y el concepto está inspirado en el paradigma egipcio de “solve et coagula”, que significa “disuelve y coagula”, siendo estos procedimientos alquímicos por excelencia, es decir, extraer o disolver una substancia de su origen, para mezclarla con otra substancia y así crear un producto nuevo. Y es a través de este procedimiento que se han elaborado, desde tiempos inmemorables, productos medicinales y también cosméticos.

Es el caso del “Agua de la Reina de Hungría”, clásica fórmula de perfumería desde el s.XIV. Cuenta la Historia que la Reina Isabel de Hungría, famosa por su belleza, sentía que el paso de los años pasaba factura no sólo a su lozanía sino también a su salud. Paseando a caballo tuvo la fortuna de toparse con un alquimista al cual pidió que le elaborara una fórmula para rejuvenecer. Este le confeccionó el agua que ahora lleva su nombre, a base de alcohol de romero y aceites esenciales, con procedimientos alquímicos, y la Reina recobró la salud y la vitalidad. Se dice que a sus 72 años fue cortejada por el rey de Polonia el cual la pidió en matrimonio, petición que ella rehusó.

Esta exitosa fórmula burló la hoguera de la Inquisición y ha llegado a nuestros días, pudiéndose encontrar en el mercado, con más o menos fidelidad a su elaboración original. Esta implica una recolección selectiva de la planta en su momento de apogeo, una maceración en alcohol, y un proceso de filtración, calcinación de la planta residual y nueva maceración de las cenizas, ya que el alcohol no consigue extraer todas las propiedades de las plantas, y la maceración de las cenizas asegura que la tintura resultante contenga los oligoelementos propios de la misma. Además, se tienen en cuenta influencias astrológicas que potencian la fuerza de esta agua. Este proceso se repite tres veces, y a la tintura se le añaden unos aceites esenciales que completan la fórmula.

El resultado es un tónico corporal que, tal y como hizo con Isabel de Hungría, regenera, rejuvenece, estimula, tiene acción adelgazante, depurativa y drenante.

Del mismo modo, el tradicional alcohol de romero, si se realiza en base a la Espagíria, incluye no sólo la tintura de Romero descrita anteriormente sino el aceite esencial de la planta, otorgándole propiedades energetizantes, anticelulíticas, revitalizantes, siendo, como consecuencia, un excelente tónico del sistema circulatorio. Ha sido tradicionalmente usado para golpes.

Estos dos productos los consideramos también como catalizadores, ya que cuando son aplicados en friegas sobre la piel antes de aplicar un aceite o emulsión corporal, sus ingredientes hacen sinergia con los de los otros productos (cuando estos son naturales), potenciándolos y multiplicando sus efectos.

En el caso del aceite de Hipérico, producto espagírico donde los haya, se sigue el mismo proceso, aunque la maceración de la hierba de San Juan, corazoncillo o hierba militar, como se denomina comúnmente al hipérico, se hace en aceite de oliva arbequina de primera presión en frío. El momento álgido de la planta es el día del solsticio de verano (de ahí su nombre) entre las 12 y 14 horas, ya que se trata de una planta solar. En ese momento, se colectan las sumidades floridas. Se secan durante 24 horas para que pierdan humedad, y luego se maceran en aceite durante tres semanas al sol y a la luna. Este procedimiento se encuentra descrito en la “cartilla rústica” de 1727 del catedrático de la Universidad de Salamanca Don Diego de Torres.

Las propiedades de este aceite son popularmente conocidas, sobretodo en cuanto a su gran poder de regeneración de heridas y quemaduras. Sin embargo, en el uso cosmético constituye una herramienta indispensable de cabina o botiquín, dadas sus propiedades despigmentantes, rejuvenecedoras, anti-inflamatorias y calmantes, para cualquier profesional o particular que quiera proteger su piel y tener a mano un remedio tanto de emergencia como de aplicación diaria.

Así pues, los productos espagíricos no sólo nos aportan los beneficios de la naturaleza, sino también la sabiduría ancestral de nuestros antepasados, y la armonía cósmica con la que están elaborados, y que nos transmiten a cada uso.

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